La leyenda del Gosset de Selene
Si investigamos un poco la historia de la población de Denia, vemos que “se han sentado varias opiniones sobre la fundación de la antiquísima ciudad de Denia, desde los que la suponían poblada por los hijos de Noé, hasta los que han negado existiera un lugar donde ahora está Denia, la Dianium de los romanos. La primera referencia a esta ciudad Mediterránea aparece en el tercer libro de los 17 volúmenes de Geographika de Estabón (escrita entre el 29 y el 7 a de C.). Del anterior texto de Estabón nos vamos a fijar en que nombra la existencia de un templo “muy celebre” dedicado a Artemisia (diosa griega de la noche) y habla de que la población “se llama Dianión, De aquí algunos hacen derivar el nombre de Dianión al de Denia.
Una vez conocida la importancia de la mitología griega para esta población, pasamos a hablar de La leyenda del Gosset de Selene.
Cuenta la leyenda que, por motivos no conocidos, Zeus, el más importante dios del Panteón griego, visitaba periódicamente la ciudad-estado de Hemeroscopión (antiguo nombre de la actual Denia) y se alojaba en la cima del Montgó. Estando en esta zona, decidió bajar a primera hora de la mañana desde la cumbre de esta montaña a la zona de la costa llamada Les Rotes. Estando en este lugar vio a la joven Selene embarcada con un joven y uno de sus perros en una barca. Selene se había consagrado a la diosa Artesimia, protectora de la ciudad, y para convertirse en su sacerdotisa, la aspirante se había ofrecido en cuerpo y alma a la Diosa y había prometido conservar su virginidad y servirle en el templo que había dedicado a la Diosa en Denia. Zeus, ante la posibilidad de que Selene rompiese su voto de castidad, decidió desatar una tempestad para castigarla. El resultado fue que tanto Selene y su amante se ahogaron. El único superviviente fue el perro estaba con ellos en la barca. El «goset», que por el amor que tenía a su dueña, la sacó como pudo a la orilla y, allí mismo al lado de ella, lanzó el último suspiro. Zeus, ante semejante gesto del perro, decidió eternizarlo en roca, en el lugar donde se produjo su hazaña. Y allí está aún, en medio de una pequeña cala, el «goset» de Les Rotes.