Faro de Punta n’Ensiola
El faro de n’Ensiola, situado en la isla mayor del Archipiélago de Cabrera, entró en servicio el 15 de agosto de 1870. Gestionado por la Autoridad Portuaria de Baleares.
Fue proyectado por Emili Pou. Aunque las obras terminaron en 1868 se tuvo que esperar a 1870 para que se pudiera instalar el aparato óptico, de la casa Chance Brothers, único material inglés junto con el del faro de Punta Grossa en Eivissa, de todos los faros proyectados para las Baleares en el plan de 1847. Se inauguró el 15-08-1870. El proyecto original de agosto de 1861 era un faro de 2º orden con un gran edificio circular de unos 25 m de diámetro y con la torre no en el centro sino en la parte interna del arco de circunferencia orientado hacia el mar. Tenía 15 habitaciones y fue rechazado en Madrid por considerarlo con excesivas dependencias y lujo fuera de lugar para un edificio destinado a faro. En septiembre de 1936 los torreros fueron trasladados a Menorca en un submarino republicano. El faro permaneció abandonado durante dos años. En 1929 se instaló una nueva óptica con flotador de mercurio y una apariencia de 3 destellos blancos cada 10 segundos. Esta óptica se montó con seis de los doce paneles de la óptica original, que producía un destello blanco cada 30 segundos. A raíz del Plan de Mejora de 1967 su torreón fue reformado y recrecido, su linterna sustituida por otra más moderna y su torre fue pintada con un damero rojo y blanco que le proporcionó la apariencia diurna actual. Por otro lado, impresiona pensar que este faro comenzó a construirse solamente cuarenta y cinco años después de que doce mil soldados franceses hubieran muerto en las dramáticas condiciones que supuso su hacinamiento en la isla, llegándose incluso a producir los tristemente ya conocidos casos de canibalismo. En 1971 se automatizó mediante los típicos equipos Dalen con gas acetileno, quedando desde entonces sin fareros residiendo permanentemente en el faro.
Pero, además, Cabrera fue "lugar obligado de abastecimiento y refugio para los barcos que viajaban desde la Bética a Italia, ya que la isla posee el segundo puerto más seguro de Baleares -por detrás de Maó- y dispone de agua potable". Sin embargo, la permanencia en Cabrera era "casi de subsistencia, con recursos muy limitados y una agricultura pobre que debía ser complementada con la pesca, de ahí que nunca haya tenido una población estable durante mucho tiempo".