Cala Cerrada es un capricho de la naturaleza de los más espectaculares que tenemos en la Costa Cálida. Se ha mantenido en un estado casi virgen gracias a su difícil ubicación geográfica en medio de Cabo Tiñoso. Hablar de Cabo Tiñoso son palabras mayores. Cierto que es un extenso, desértico y apartado parque natural donde transitan el águila-azor, búho real, halcón peregrino, jabalíes, garduñas, jinetas, tejones, tortugas moras, delfines, calderones… pero también es una pieza estratégica marítima que mira «cara a cara» al norte de África y que siempre ha sido fuertemente defendido. Cabo Tiñoso es la mayor fortaleza militar de la Región de Murcia. Es «La Roca».
No en vano y desde tiempos remotos, la punta de La Azohía ha sido lugar idóneo para colocar la tradicional almadraba. Cuyo objetivo no era otro que capturar de la manera más sostenible los bonitos, melvas, lechas y atunes que por allí pasaban.
También destaca Cabo Tiñoso y sus islotes por ser hogar de varias especies de destacadas aves, como el halcón peregrino, la pardela, el paiño y el cormorán. En la flora de Cabo Tiñoso destacan esparto, romero y palmito. No olvidamos la flora acuática donde sobre salen las colonias de posidoniea y una especie de gorgonia que hasta pocas fechas no se conocía en el Mediterráneo.
Cabo Tiñoso es un lugar estratégico utilizado desde tiempos antiguos para controlar a los «visitantes» que aparecían allende el mar. Como testigo única tenemos la torre de Santa Elena «protectora de los cristianos» en La Azohía. Decimos «única» porque es la última que queda en pie con sus peculiares características.
Del siglo XVI, Cabo Tiñoso conserva en muy buen estado la Torre de La Azohía o Torre de Santa Elena.
Una esbelta y estratégica atalaya, construida entre los años 1556 y 1598 por el conocido ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli, que también se encuentra documentada como Torre de Santa Catalina.
En su día estuvo artillada y se encuentra alzada a 75 metros de altitud sobre la punta de La Azohía (Cartagena) a partir de una planta hexagonal.
Forma parte del sistema defensivo que el emperador Carlos I ideó y que fue llevado a la práctica por Felipe II. Se trata de la única torre que queda en el litoral murciano con esta forma hexagonal.
Aprovechaba su gran campo visual, para avisar a los habitantes de la zona de los eventuales ataques berberiscos. Si el ataque se producía de noche, la torre avisaba a la población mediante fuego; si se producía de día, las señales eran de humo.
Desempeñaba su trabajo, coordinada con otras torres similares como la de la Cumbre, los Caballos o Cope. Se mantuvo activa hasta el siglo XIX y es la única torre de costa que aún queda en pie en Cartagena. La Torre de Santa Elena está declarada BIC desde enero de 1987.