Cervantes tuvo ocasión de observar a la Torre de la Mar, un pequeño baluarte defensivo de costa que servía de aduana para la ciudad de Vélez, es hoy, un referente turístico de atracción, para que locales y foráneos puedan gozar de este enclave. Como curiosidad he de decir que la localidad cuenta con 3 faros a escasos metros y que aún recuerda su esplendor como referente en la industria azucarera. Gracias a su antigua fábrica de azúcar, el ingenio de Nuestra Sra. Del Carmen, la primera industria de este tipo en contar con la máquina de vapor allá por 1847, la producción de la caña de azúcar, que trajeron los árabes, y que Cervantes conoció en primera persona, como recaudador del Estado para la Gran Armada de Felipe II. La azucarera, fue un aliciente económico para la zona durante más de 150 años.
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Leyenda:
Un milagro en forma de leyenda. Se dice que a fines del siglo XVIII o comienzo del XIX, se declaró una epidemia de cólera en la región y al poco la enfermedad entró en el pueblo extendiéndose entre sus vecinos. Los esfuerzos humanos no eran suficientes para frenar la terrible epidemia y se determinó ir a Torre del Mar para traer la imagen de un Cristo que tenía fama de milagroso. Así se hizo y una vez trasladado el Cristo al pueblo, lo llevaron por sus calles en procesión, mientras que a su paso se abrían ventanas y puertas para purificar las casas.
Al día siguiente, sacaron la imagen del templo y comenzaron su viaje de vuelta, pero al pasar los límites del pueblo, la imagen se hizo tan pesada que era imposible avanzar. Aquello se interpretó como un milagro y designio divino, pues la imagen se hacía liviana si se retrocedía hacia el pueblo.
La epidemia remitió repentinamente y el Cristo que había manifestado su deseo de quedarse en Benamocarra recibió el sobrenombre de la Salud, siendo unánimemente aclamado como patrono, y para que su milagro permaneciera en la memoria, se levantó en el lugar donde fue imposible seguir portando al Cristo una pequeña capilla que hoy se conoce como El Santo Chiquito.