Hôtel du Palais, Biarritz
A lo largo de los años, Biarritz, que en el siglo XIX sólo era un pequeño puerto pesquero que contaba con tres mil habitantes, ya había ido conquistando por el encanto de su costa a prestigiosos visitantes como la Reina Hortensia de Holanda o Víctor Hugo. Pero la verdadera “invención” de Biarritz se debe a una mujer que, desde niña, pasaba sus vacaciones en este lugar de la costa vasca: Eugenia de Montijo, hija de la Condesa de Montijo, dama de la nobleza española. En 1852, Eugenia conoce al Príncipe de Francia, Napoleón III, con quien se casará al año siguiente. Ella le llevará a uno de sus lugares preferidos –la costa de Biarritz–, donde Napoleón, conquistado igualmente por el encanto de este paraje, hará construir un palacio de verano al que la pareja imperial acudirá cada año, atrayendo al mismo tiempo a personajes como la Reina Isabel II de España, el Rey de Wurtenberg, Leopoldo II de Bélgica, los soberanos de Portugal, el Príncipe Alberto de Baviera, el príncipe Walewski, los escritores Próspero Mérimée y Octavio Feuillet o el ilustre Canciller Bismarck. Todo tipo de fiestas se suceden a partir de entonces en este palacio que, en 1880, será comprado por la Banque Parisienne, transformándolo en Casino y, posteriormente, ya en 1893, en un extraordinario Hotel.
Así, el nacimiento del Hotel du Palais en plena “Belle Epoque” continuará con una fastuosidad que nada tenía que envidiar a la de antaño, y un nuevo cortejo de príncipes y nobles tomarán el relevo: la Reina Victoria, Eduardo VII, la Princesa Yourievsky, viuda morganática del Zar Alejandro II, el Rey de Hannover, la Reina Maria-Amalia de Portugal, el Archiduque Victor de Habsburgo, el Rey Oscar II de Suecia, la Emperatriz Elisabeth de Austria (“Sissi”) o el Presidente de la República Francesa, Sadi Carnot. Por entonces, se abre cada octubre la “Temporada Rusa”, a la que no faltará ni un solo Gran Duque: Constantino, Alexis, Wladimir, Boris, Cyrilo, André, Dimitri…
En febrero de 1903, el fuego destruye gran parte del Hotel du Palais. Se reconstruirá y se le añadirá un ala adicional. En 1906, el Rey de España, Alfonso XIII conocerá allí a la mujer con la que se casará al año siguiente, la Princesa Ena Battenberg.
A partir de los años veinte, los reyes y los príncipes se hacen menos frecuentes, pero las celebridades de la época no dejarán de alojarse en el Hotel du Palais: Rostand, Loti, Ravel, el Maharajá de Kapurthala, Sarah Bernhardt, Stravinsky, Chaplin, Cocteau, Lifar o Hemingway. El mundo de las Artes, la Literatura, la Moda y las Finanzas sustituye así a aquel desfile de coronas.
A comienzos de la década de los cincuenta, ya pasado el periodo de las grandes guerras mundiales, vuelve la fiesta, las ganas de vivir y la loca aventura de Biarritz con más fuerza.
La tradición de las grandes veladas de prestigio se instala de nuevo en el Hotel du Palais, se redecoran las habitaciones y se construye una gran piscina. La nueva etapa será inaugurada por personajes como Bing Crosby, Porfirio Rubirosa, Guy d’Arcangues, Gary Cooper, Frank Sinatra, Jane Masfield, algunos grandes de España o los Duques de Windsord.
La Historia ha situado al Hotel du Palais en un lugar clave, punto de encuentro de los amantes de los viajes de lujo, el confort y la calidad. Hoy, el espíritu de este establecimiento no ha cambiado, manteniendo intacto el gusto por lo refinado, lo exquisito y el “art de vivre” francés. Así, acunado desde hace más de un siglo por las olas del Atlántico, el Palacio se ofrece a sus huéspedes como una invitación para conocer la armonía de una región sensual y hedonista donde disfrutar de la magia de cada instante.
Sus 132 habitaciones y sus 22 suites están decoradas al estilo Segundo Imperio, con mobiliario original de la época, conservado a lo largo del tiempo en el propio Palacio o adquirido en los mejores anticuarios de Francia. Un lujo que transportará al visitante al encanto francés del siglo XIX, haciéndole sentir como si estuviera alojado en un palacio.
El Hôtel du Palais tiene sus propios talleres de artesanos. Ellos son los guardianes de la herencia y el patrimonio de los antiguos propietarios. Especialistas en el periodo en que fue construida la Villa Eugénie y en estilos Luis XV y Luis XVI, restauran muebles, decoran con pan de oro, renuevan tapicerías, embellecen objetos con pátinas y lacas. Utilizan las mismas técnicas que se aplicaban en el siglo XVIII: cola natural en lugar de pegamentos sintéticos, uniones de madera en lugar de clavos. Los tapiceros trabajan con sedas de Asia, damascos de Italia, pasamanerías y trencillas francesas, algodón y lino americano. Cada año se renuevan entre seis y ocho habitaciones. La restauración completa de una suite puede llegar a costar unos 350.000 euros.
Hablar del Hotel du Palais es hablar de Biarritz. La historia de esta ciudad de la costa vasca francesa está íntimamente unida a la historia del establecimiento erigido por Napoleón III y si en un primer momento Biarritz poseía unos atractivos, éstos se han multiplicado y diversificado con el tiempo.
El encanto de su entorno es innegable. “Tengo para mí los vientos, los astros y el mar”, reza el escudo de la villa, que resume perfectamente la magia de la ciudad, resultado de la fusión única de los elementos. La enorme playa que se extiende a los pies del Hotel du Palais es sin duda uno de sus mayores alicientes. “Cuando dudamos entre dos playas, una de ellas es siempre la de Biarritz”, decía el polifacético Sacha Guitry. Hoy, la Grand Plage es uno de los mejores escaparates de surf del mundo y atrae a numerosos surfistas de todos los países.
El golf es el otro deporte “estrella” de Biarritz, que ofrece en sus alrededores una excepcional oferta de campos y un clima propicio para practicarlos durante todo el año, además de un centro de entrenamiento único en Europa.
Además, Biarritz, en su tradición de ciudad balnearia, se configura como importante centro de talasoterapia, aprovechando las ventajas del clima marino y del agua de mar.
Una intensa y variada programación cultural que incluye citas anuales como el Festival Internacional de Programas Audiovisuales, “Le Temps d’aimer”, festival dedicado a la danza, o el Festival Internacional de Biarritz de Cine y Culturas de América Latina, además de Museos como el del Mar, del Chocolate o el de Arte Oriental, y los espléndidos rincones naturales y geográficos de la región (como las laderas y valles de los Pirineos, La Rhune, San Juan de Luz, Bayona, Espelette, Arcangues e incluso San Sebastián, a tan sólo cuarenta kilómetros de Biarritz) completan la atractiva oferta de este espectacular rincón del Atlántico.