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 La huella de los piratas en Salou

Los corsarios tenían fijación por el puerto salouense, uno de los epicentros del comercio marítimo en los siglos XVI, XVII y XVIII. Para disuadirlos emergieron torres de defensa

El temible corsario otomano Turgut Reis (1515-1565) es de infausto recuerdo en el cabo de Salou. Conocido con el nombre de Dragut o Gurgur, en julio de 1550 desembarcó en el puerto, derribó el castillo del poblado de Barenys y secuestró a muchos de sus habitantes. Su fijación con la costa salouense era tal, que pocos años después volvió y echó abajo la iglesia. Sus ataques provocaron un gran impacto en la población y la economía de la zona. Pero no fue el único que hizo estragos allí.

Las incursiones piratas fueron constantes en la Edad Media. Llegaban atraídos por las flotas comerciales. Era una época de trajín comercial, de entrada y salida de embarcaciones mercante: exportaciones agrícolas, aguardiente... Para protegerlas, emergieron fortificaciones de defensa en lugares estratégicos.

El sendero de 5,5 kilómetros que recorre el litoral, desde Els Pilons hasta Replanells, tenía puntos de vigilancia. Hoy en día, todavía se puede ver el rastro que dejaron estos saqueadores y algunas de las construcciones levantadas para contrarrestarles. Otras fueron arrasadas con la expansión urbanística de los años sesenta del siglo XX. También quedan vestigios del pasado esplendor pesquero de la zona.

La Torre Vella, fue construida en 1530 por orden del arzobispo de Tarragona Pere de Cardona para proteger la población y sus bienes de las incursiones de los piratas que llegaban al puerto. La torre conserva su aspecto exterior original, a pesar de que ha sufrido varias modificaciones a lo largo del tiempo. En la fachada está el escudo heráldico de Pere de Cardona. El edificio antiguo data del siglo XVIII y el puente que une la torre con los edificios anexos es del siglo XX. Actualmente, la Torre Vella, ubicada en la calle del Arquebisbe Pere de Cardona, es un centro de arte didáctico dedicado principalmente a la exposición de pintura y acoge el museo de esmalte contemporáneo.

El puerto natural de Salou, ubicado en la playa Capellans, era un enclave comercial muy importante que jugaba un doble papel: económico y político. En el año 1619 el duque de Alburquerque envió desde Barcelona una comunicación a Felipe III, en la que le decía que el puerto de Salou se tenía que convertir en un lugar de defensa segura, muy dotado y equipado con armamento y tropas de guarnición. El objetivo era doble: defenderse de los corsarios y enemigos y ofrecer cobijo a quienes llegaran al puerto o circularan por la zona. Pero se topó con problemas económicos, pese a que contaba con reutilizar materiales de la comarca, y con la oposición de Tarragona, que pugnaba con Salou por controlar el comercio marítimo. Esta actividad dejaba suculentos ingresos en forma de aranceles.

Tarragona vio amenazados sus intereses portuarios y se opuso al proyecto, hasta el punto de que realizó un escrito pidiendo que se parara el proyecto y se prohibiera que se edificaran torres, casas o barracas al puerto de Salou.

El Llatzeret, todavía resiste junto a la playa Capellans. Levantado sobre los restos de una antigua fortificación, era el lugar destinado al cumplimiento de la cuarentena o periodo de revisión y observación de personas y mercancías que llegaban al puerto de Salou procedentes de zonas epidémicas. Se construyó en el año 1829. La existencia de una gran escalinata, que llegaba muy cerca de mar, hace pensar que tuvo una importante actividad, pero en realidad no fue así, puesto que apenas funcionó. Actualmente, la escalinata, la portalada y la garita se han integrado dentro de un edificio de apartamentos que se alza por encima del Llatzeret.

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