top of page
134441_hotel-el-palomar-de-la-brena_1445

Palomar de la Breña de Barbate

José Luis Larramendi es un navarro de Carcastillo y barbateño de adopción que nos cuenta esta curiosa historia sobre el Palomar de la Breña de Barbate, una mezcla de leyenda y documento histórico acerca de la presencia vasca en tan singular hacienda.  José Luis es uno de los actuales socios del bonito hotel rural del Palomar de La Breña.

En el caso que nos ocupa os hablaré  de una hacienda del S. XVIII en el término municipal de Barbate , con una larga historia, diversos  y distinguidos propietarios, pero curiosamente una sola leyenda que se ha trasmitido a lo largo del tiempo, y que se conoce como “La historia del vasco” “Cuenta la leyenda, que un vizcaíno embarcó en Cádiz junto a su hijo de viaje hacia  América, a la altura de Trafalgar el barco naufragó y él se pudo salvar,  pero murió su hijo. Desolado por la pérdida y la incomprensión de lo ocurrido, fue incapaz de alejarse de la zona donde ocurrió el desastre. Se instala en “La Porquera” (El Palomar de la Breña) para reflexionar sobre la muerte y a la espera de alguna respuesta”

Esta fue la primera información que tuvimos sobre la historia de la casa y lo cierto es que se puede interpretar la construcción de los dos mil quinientos metros cuadrados de casa construidos, como un inmenso mausoleo con vivienda incorporada.

La fachada es sobria de estilo Barroco tardío, y, sin embargo, dispone de elementos que hacen pensar que en su momento tuvo un aspecto recargado como le puede ocurrir a la entrada de un mausoleo, y solo hay que fijarse en los apoyos. El campanario, además de la campana, dispone de una inscripción en latín que dice “ayúdanos Señor”, bajo  la campana una hornacina para una figura religiosa, (la patrona de la casa ha sido la Virgen del Pilar desde el S. XVIII), bajo ésta un hueco  que se corresponde con una cruz negra incrustada en una piedra de mármol blanco, que hoy en día se puede ver en Vejer, y que según nos dijo un “pajarito” pertenece a la casa y, por último, sobre los remates puedo decir que no he encontrado en todo Cádiz nada igual, y se supone que sobre ellos había unos pináculos de gran altura; conclusión, la fachada dispone de los elementos arquitectónicos suficientes como para reproducir una especie de altar o la entrada a un mausoleo el día de Todos los Santos.

Sobre el palomar y su sentido con “la cultura de la muerte,” podemos decir que, desde época romana hasta la actualidad, el concepto de columbario se mezcla entre palomar o cementerio. Es una arquitectura profunda, sosegada, racionalista y sobre todo impresionante. Otro detalle es que dispone de “7.777” nidos y hay que tener en cuenta la carga simbólica del número siete en la religión católica.

Hasta aquí es la leyenda, pero lo cierto es que en el palomar no hemos encontrado ningún símbolo religioso y hay que tener en cuenta lo que nos dicen los datos históricos.

Estudiando los diferentes dueños de la casa aparece Pedro de Fagoaga, un navarro de Urdáx cuya familia estaba afincada en América desde el S. XVII. Otro descubrimiento interesante fue saber que en aquella época se les llamaba vizcaíno a todos los vascos; y surge la pregunta ¿será Pedro de Fagoaga el protagonista de la leyenda?

Primero decir que la familia Fagoaga estaba asentada en México y era de las más influyentes de América. Poseían las mejores minas de plata, compraron la explotación de la aduana con lo que ello implica, y fueron determinantes en la independencia de México. Con esto quiero decir que el poder económico era inmenso y de hecho Pedro de Fagoaga comenta en su testamento que no nombra sus propiedades “porque el testamento sería interminable”

El estilo mejicano de la fachada es innegable y la importancia de un palomar de este tamaño para la producción de pólvora, resulta muy oportuna, ya que los mineros mejicanos de la época carecían de suministro oficial hasta 1785, año en el que se vendió la casa.

Llegados a este punto y viendo la arquitectura de la casa nos encontramos con que la leyenda del vasco y la historia de un propietario tienen puntos en común.

Hasta aquí hemos valorado lo que se ha dicho oralmente (la leyenda) y por escrito (la documentación) pero si nos centramos en lo que no se dice, abriremos la ventana de la “salsa rosa” del S. XVIII, que considero muy interesante, aunque solo sea por comprobar cómo ha cambiado nuestra sociedad en doscientos años.

Resulta que Pedro de Fagoaga en el testamento no nombra ni mujer ni hijos y, por el contrario, de doce páginas de dicho testamento, dedica diez a dejar bien claro que todas sus pertenencias deben ser para Pedro de Aranchipi, que resulta ser un francés al que tampoco se le conoce mujer.

bottom of page